Hola de nuevo,
Me gustaría seguir compartiendo mi visión sobre la regla de oro. Recordemos que esta regla nos pide que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten a nosotros (mateo 7:12). Para ello me he inventado una historia que define muy bien mi punto de vista.
Carl era un joven de 29 años que tenía todo lo que podía necesitar en la vida; salud, amor, trabajo...
desgraciadamente tenía un único motivo para ser infeliz, su vecino Mich. Tenía todo mejor que él: mejor trabajo, mejor coche, mejor piso, mejor...
Un día nuestro amigo Carl se adentró en el bosque pensando en sus cosas. Allí se tropezó con un anciano al cual le contó una por una todas sus desgracias. Después de una larga hora de confesión el anciano le concedió 3 deseos y tras el consejo de que hiciese buen uso de ellos desapareció.
Carl llego a su edificio y pensando en cual sería su primer deseo se encontró frente a su vecino Mich, así que formuló su deseo tan pronto como pudo: Quiero que a Mich le vaya todo mal, tan mal que lo vea mendigando en la esquina que hay frente a mi casa. Cerró sus ojos un instante para poder disfrutar del momento; los abrió con suavidad y...¡oh nooooooooooooooo! era él mismo quién estaba en la esquina, frente a su edificio, mendigando.
Algo había hecho mal al formular su deseo, estaba claro. Bueno, al menos le quedaban dos deseos mas, esta vez se concentraría y haría las cosas con mas cuidado. Volvió a pensar en su vecino Mich y no tardó mucho en saber lo que iba a pedir esta vez: Pido que a Mich le vaya peor que a mi me va en estos momentos. Con mucho cuidado juntó sus parpados y puso toda su energía en este deseo.
Abrió los ojos con el mismo cuidado con el que los había cerrado. Esta vez estaba en una cama de hospital, enfermo de ébola; sólo tenía la visita de una enfermera que cubierta de los pies a la cabeza con su uniforme especial le suministraba medicación cada 4 o 5 horas. No podía ver nada pues la habitación estaba con muy poca luz. Sintió que su toda su vida pasaba por delante de él en unos segundos.
Al mirar a través del cristal de la puerta de su habitación vio que estaba rodeado de enfermos terminales; eso le llevó a pensar en serio en todo lo que le estaba ocurriendo. pensó en la regla de oro: trata a los demás como quieras que ellos te traten a ti. Intentó olvidar sus pensamientos negativos hacia su vecino Mitch. Luego cerro sus ojos y decidido a usar su último deseo dijo: Deseo que todas estas personas se curen de sus enfermedades totalmente, que sean felices y que todo les vaya bien, incluyendo a mi vecino Mitch.
Después de formular su último deseo volvió a cerrar sus ojos nuevamente. Esta vez dejando todo su ser en manos del creador, sintiendo que estaba viviendo los últimos minutos de su vida. Admitiendo que la regla de oro (mateo 7: 12) "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos", era lo único que podía darle paz en esos momentos.
Al abrir sus ojos de nuevo se encontró tranquilo en su casa, jugando con su hijo, sonriendo a su mujer, disfrutando de su salón.
Si solamente supiéramos conformarnos con los que tenemos, si pudiéramos ser felices con las bendiciones con las que hemos sido bendecidos, y fuésemos felices cuando a los demás les va bien en vez de sentir envidia de lo que tienen.
Recordemos siempre la regla de oro(mateo 7:12) ...todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque eso es la ley y los profetas.